La noche
Salgo en pocos minutos para Sevilla. Fundamentalmente para asistir a un concierto. Ya no se lo que es la vida nocturna de Sevilla. Hubo tiempos en que la quemaba, me ponía mi rimmel (si, ¿pasa algo?) y salía a por todas. El ordén era estricto: Comenzaba en Bodegas Salazar (te echo de menos, Leo) en García de Vinuesa, y parábamos al salir en el Pickup, justo enfrente. eran los tiempos en que se podía comprar en la freiduria y llevarla al bar para mojar el pescaito. Gran simbiosis aquélla.
Ya con el cuerpo calentito y bien nutrido recorríamos la miríada de bares que jalonaban las calles, cada uno con su tribu: Los heavies, los mods, los punkis, los rockers, los gays. No encajábamos en ninguno y éramos bien recibidos en todos, como veteranos de la noche.
Hablo del Groucho, del Bourbon, del Poseidón, del Area2, del Bestiario, del Colores, del Berlin, del Sopa de Ganso, de mi querida Alcaicería. Y eso en invierno, en verano migrábamos a Triana, junto al rio.
La mayoría desaparecieron y otros supieron adaptarse a las nuevas generaciones, en las que ya no tenía cabida. Mis hábitos se fueron convirtiendo en diurnos y las tribus desaparecieron engullidas por el tiempo.
Ahora la noche me resulta extraña. La uniformidad me entristece y no es por no vivir allí. Para cuando me fui ya todo era distinto. La mayoría de los amigos o no sobrevivieron, o se casaron, o simplemente se quitaron el maquillaje.
En cualquier caso, desaparecieron…