1960 – Ella Fitzgerald – Mack the Knife: Ella in Berlin
Norman Granz fue una figura clave de la música de la segunda mitad del siglo XX. Especialmente del jazz, pero también en otros ámbitos sociales. Promotor de conciertos, productor y mánager de figuras clave como Ella Fitzgerald, Louis Armstrong, Count Basie, Oscar Peterson, Dizzy Gillespie o Billie Holiday entre otros muchos. Además, fundó no uno sino varios de los principales sellos discográficos de la época: Verve Records (1956), un vehículo originalmente pensado para lanzar los discos de Ella, y Pablo Records (1973).
Granz era un manager muy peculiar y acérrimo defensor de sus representados, que en su inmensa mayoría eran de raza negra, lo cual le valió no pocos problemas legales y económicos, al enfrentarse a autoridades (incluso a punta de pistola) que pretendían aplicar las leyes de segregación racial existentes en la época, desde pagar exactamente lo mismo a todos sus artistas independientemente de su raza a llevarlos en taxis a todas partes aunque el conductor fuera blanco (algo prohibido entonces).
Granz vendió Verve a la MGM en 1961, y todos sus artistas se desperdigaron y comenzaron erráticas carreras en los sesenta. La música había cambiado y les costaba encontrar su sitio. De hecho Pablo Records fue la iniciativa de Granz para reunirlos de nuevo e imprimir un nuevo rumbo (de forma bastante exitosa) a sus carreras.
Pero no nos adelantemos. Estamos en 1960. Ella Fitzgerald está en el que quizás sea el mejor momento de su carrera. Su voz nunca ha sonado (ni sonará) mejor que en este momento, y se embarca en una gira por Europa que le lleva a Berlin y su legendario concierto allí es grabado por Granz y publicado el mismo año con gran éxito de público y crítica, ganando los Grammys al mejor disco y canción de cantante femenina.
La canción en particular tiene su historia: Se trata del clásico de Kurt Weill «Mack The Knife», un tema que llevaba años en su repertorio y que había sido interpretado por infinidad de artistas. Pues llega el dia del concierto y en plena interpretación del tema ante 2.000 personas… se le olvida la letra. Pero Ella es mucha Ella y, con la mente en blanco, se pone a improvisar y a inventarse la letra, pero de una forma tan genial y divertida que convierte su versión en un clásico instantáneo (hasta el punto de ganar el Grammy). De paso se atreve incluso a imitar a su buen amigo Louis Armstrong.
Un disco imprescible, en fin.