Kenny Garrett Superstar
Escribo estas lineas a la mañana siguiente al concierto que dió el Kenny Garrett Quartet en Alhaurín de la Torre en un recinto a rebosar. No me sorprendería que todavía estuviera la banda sobre el escenario, tan reacio como parecía Garrett a abandonarlo.
Pero no nos adelantemos. No es este saxofonista de Detroit alguien a quien siga de cerca, por lo que no conozco su repertorio al detalle, pero el concierto dio comienzo, algo tarde para lo que suele ser habitual, con un magnífico y potente tema que hacía parecer imposible mantener el ritmo a lo largo de la velada. Apoyado en la frenética y poderosa – aunque nada sutil – batería de un Marcus Baylor procedente de los Yellowjackets, cual John Bonham redivivo, y un excelente Benito Gonzalez al piano, aportando delicadeza, elegancia y retazos latinos al conjunto.
Y por supuesto Kenny Garrett. Ya conocía su magistral dominio del instrumento y de sus recursos interpretativos, pero me sorprendió su interacción con el público. No es éste mundo del jazz dado a estas muestras de complicidad con el respetable y a las constantes demandas de aplauso por el solista, acostumbrados como estamos a darnos por satisfechos con que los músicos se dignen dirigirnos la mirada de vez en cuando. ¿Es malo, por ello, que Garrett animara al público a cantar o dirigiera sus aplausos según la zona de la platea? No necesariamente. El problema reside, y es éste un tema que da para mucho mas de lo que quiero extenderme aquí, si para conseguirlo se usan simplificaciones y se eliminan toda la complejidad y texturas de un tema para reducirlo a una melodía facilona y fácil de tararear por el personal. Es muy de agradecer a Garrett el intento de crear esta complicidad con el público pero solo lo consiguió con cierta parte del mismo, abrumadoramente mayoritaría, éso si, sacrificando a los que realmente fueron a oirle a él y no a sus vecinos de fila. Prueba de esta puesta en escena fue el largo, larguísimo, final, en el que estiró ad-infinitum su Happy People para dar juego a los tarareos y aplausos de la entregada congregación. Todo, por supuesto, muy estudiado ya que lo hace en todos sus conciertos.
Un concierto, resumiendo, digno pero que fue de mas a menos. Garret ha elegido un camino poco habitual en el jazz contemporáneo, lo cual por si solo ya es un punto a su favor. Lo que no se es si este camino le lleva a donde quería llegar. O si, a juzgar por el final, llegará algún dia.
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