Rufus Wainwright – Crítica de concierto
Ayer asistí al primero de los dos conciertos que Rufus Wainwright ofrece en el Teatro Cervantes de Malaga.
Ya he comentado que Rufus me parece el mejor cantante que existe actualmente en la escena musical, asi que el recital de anoche era una buena ocasión para poner a prueba mi afirmación.
En esta gira en concreto se acompaña únicamente de un piano y una guitarra, lo cual es una apuesta arriesgada. Siempre he pensado que hay veces que un tema necesita un oboe, y si se lo quitas simplemente haces la canción peor. Los temas que Rufus desgranó anoche no salieron especialmente perjudicados por el experimento, sino por una limitación importante con la no había sinceramente contado: Simplemente, Rufus no sabe cantar y tocar el mismo tiempo (me corrijo después de publicar el artículo. Es injusto usar una frase tan categórica después de un solo concierto).
A la guitarra se limitaba a rasguear los acordes. Ni un punteo, ni un arpegio. Y si hay un cambio de posición de mas de dos trastes, a mirar el cuello de la guitarra. Al piano, que es lo suyo, algo mejor, pero a pesar de usar unos arreglos de los que estaría orgulloso Philip Glass, se equivocaba constantemente, y él mismo se daba cuenta (¿cómo no?) poniendo muecas divertidas.
Por supuesto, nada de ésto importaba al personal, que aplaudía a rabiar hasta el solo mas simple (y llamo solo a cualquier segmento de mas de tres compases sin cantar) aunque se equivocara en dos de cuatro notas.
Pero la cuestión es… que tenían razón. Es tal la arrolladora personalidad del personaje, su innato sentido del espectáculo, su simpatía natural, su magnetismo, que nada te importa. Si le añades su voz y unos temas muy bien compuestos tienes una experiencia única. Wainwright te hace creer que está tocando para tí en el salón de tu casa aunque estés rodeado de cientos de rendidos admiradores.
Pero es que ése es el problema. No entiendo por qué se ha autolimitado en el corsé de los instrumentos. Cada vez que al piano una mano descansaba se le iba en una postura, un gesto, hubiera salido volando si no hubiera sido obligada a volver al teclado. El animal de la escena que es Rufus se ha auto enjaulado en la ejecución instrumental. No lo entiendo.
Gran concierto, con varios de sus clásicos, con la irritante y obligada soflama a favor de Obama, con el Hallelujah de Cohen, dos bises, multitud de divertidos comentarios y un agradable regusto en el paladar que te acompaña durante dias.
Vuelve, Rufus, que yo volveré a verte, pero la próxima vez tráete a un pianista, por favor, que yo te lo pago. Ah, y práctica un poco el español. Con dos palabras, “gracias” y “buenas noches” es mas que suficiente.
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