El largo camino de Pigmalión
El mito griego de Pigmalión, en el que un escultor termina rendidamente enamorado de una de sus obras, se presta maravillosamente a todo tipo de variantes en todas las disciplinas artísticas. El cuento de Collodi “Pinocho” (1881) es un buen ejemplo, pero en lo que a literatura se refiere la adaptación del mito fue el irlandés George Bernard Shaw (26/7/1856 – 2/11/1950) el que consiguió hacer llegar a las masas la historia con su obra teatral “Pigmalión” en 1912 en la que el protagonista, Henry Higgins, es un profesor de lingüística que apuesta con un amigo que es capaz de convertir a una chica de baja alcurnia por una duquesa con solo enseñarle a hablar como tal. El fondo subyacente en la historia, por supuesto, era una crítica a la rígida y clasista sociedad victoriana de la época.
A pesar de la fuerte localización de la trama, la obra fue un éxito internacional y en 1938 el propio Shaw escribió el guión de la adaptación cinematográfica que interpretaría (y parcialmente dirigiría también) Leslie Howard. La película tuvo un éxito comercial y artístico y Shaw ganó el Oscar al mejor guión adaptado (de su propia obra).
No mucho antes, Shaw había vendido por una importante suma los derechos cinematográficos de un lote de sus escritos (Pigmalión entre ellos) y en aquella época era cuestión de tiempo que a alguien se le ocurriera hacer una adaptación musical. Sin embargo, en esta ocasión y escaldado de una experiencia anterior, Shaw explicitamente prohibió dicha adaptación y el proyecto durmió el sueño de los justos hasta la muerte del autor en 1950 con 94 años. Podéis imaginar la paciencia mostrada por el titular de los derechos, Gabriel Pascal.
Pero fue morirse Shaw y Pascal abrió el baúl de los recuerdos y rescató la idea original de un musical, y contactó a Alan Jay Lerner para que con su colaborador Frederick Loewe se pusieran manos a la obra. Sin embargo pronto se dieron cuenta de que el reto era mayor de lo que habían imaginado por la estructura de la obra y decidieron que era “inadaptable”, de manera que Pigmalión volvió al cajón.
Un par de años después Pascal moría y Lerner decide darle una nueva oportunidad a la obra. Broadway había cambiado mucho en ese tiempo y lo que originalmente parecían obstáculos insalvables de pronto aparecieron como oportunidades innovadoras. El problema, ahora, es que los derechos legales ostentados por Pascal habían pasado a manos de un banco, el Chase Manhattan, y la MGM también estaba interesada en hacer su propio proyecto para el cine.
La apuesta de Lerner y Loewe fue arriesgada. Mientras el banco decidía qué hacer se pusieron manos a la obra, escribieron el libreto y compusieron la música, y contrataron diseñadores de escenarios, de vestuarios en un proyecto monumental, todo ello sin contar con los derechos. Sin embargo, para cuando el banco decide que es hora de sacarle algún beneficio a los mismos el proyecto de Lerner/Loewe está tan avanzado que les conceden los derechos sin titubear. El camino de Pigmalión hacía Broadway está por fin despejado.
El autor Noel Coward fue la primera persona en que se pensó para hacer el papel de Henry Higgins en la obra de Broadway, pero éste declinó la oferta y sugirió a los productores que contrataran en su lugar a Rex Harrison, un actor experimentado en teatro pero que nunca había cantado en escena. Tras dudarlo durante un tiempo terminó aceptó la oferta. La contratación de la protagonista, Eliza Doolittle, recayó en Julie Andrews y el tercer personaje protagonista fue a parar a Stanley Holloway. La obra por fin se estrenó en Broadway el 15 de Marzo de 1956 y aunque cambió de teatro un par de veces se mantuvo en cartel ininterrumpidamente hasta finales de 1962, el récord hasta ese momento.
El póster original de la obra mostraba a Higgins usando como marioneta a Eliza pero, con una simbología un tanto dudosa que podía interpretarse tanto como homenaje como venganza, aparece un personaje manejando a su vez a Higgins caracterizado como ángel y que fue reconocido inmediatamente como nada menos que George Bernard Shaw.
El mismo año que la obra echaba el telón por última vez la Warner Bros compraba los derechos cinematográficos y se ponía manos a la obra eligiendo a George Cukor para dirigirla con mínimos cambios en lo que a estructura se refiere pero con dos grandes cambios en el aspecto artístico que traerían cola.
El primero, muy positivo, fue la elección de Cecil Beaton como diseñador artístico y el segundo el mantener el reparto pero prescindiendo de la estrella de la obra de Broadway: Julie Andrews. En una apuesta muy personal los jefazos de la Warner consideraron que Andrews no daba en pantalla lo que necesitaban y pusieron en su lugar a una estrella consolidada en el cine, especialmente después del estreno de Desayuno con Diamantes y Charada. Encima, Hepburn no sabía cantar. Tenía educación como bailarina, pero es que en este musical no se bailaba, de manera que contrataron a Marni Nixon para que cantara en su lugar y la Hepburn le hiciera el playback.
La obra ya era muy conocida para entonces, por lo que la decisión provocó un intenso debate, generalmente a favor de Julie Andrews, que aunque se mantuvo al margen no debió de pasar por unas semanas muy agradables viendo que su trabajo era despreciado por Hollywood, así que puso tierra por medio y se fue a Inglaterra a estrenarse allí en el cine. Ni siquiera la Hepburn sabía lo del doblaje y de hecho grabó con su voz todas las canciones, y no fue hasta mucho mas tarde que se enteró de que la habían doblado.
Por fin la película se estrenó a tiempo de las fechas navideñas de 1964 y toda la polémica se esfumó por arte de magia. Cukor había conseguido la mejor adaptación que se recordaba de un musical de Broadway, ayudado por los arreglos musicales y orquestaciones de André Previn y el vestuario diseñado por Beaton, pero sobre todo por Audrey Hepburn, que conseguía dotar de una candidez y belleza sobrecogedora al papel de Eliza Doolittle.
La película ganó ocho Oscars, incluyendo a la mejor película, al mejor actor (Rex Harrison) y mejor director (George Cukor). Audrey Hepburn no fue ni nominada e, ironías de la vida, el Oscar a la mejor actriz se lo llevó una recién llegada al cine en su primer papel, Julie Andrews, por esa película que se fue a hacer a Inglaterra: Mary Poppins.
…exclente nota Carlos !
…con tu permiso la compartire en mi muro !
Sírvase Vd sin recatar en gastos.